Un lugar llamado Shakespeare.

Me dolía el tiempo con sus asegunes.  Me dolía el  linde  de mis frustraciones y sus paredes sin puertas. Me dolían los huesos, los que están en su lugar y los que decidieron salirse. Me dolía tener ideas y no saber usarlas. Me dolía ver el crédito en mi contra. Me dolía perder y no saber ganar. Me dolía ser o no ser. Me dolía no tener noticias de Dios. Me dolía estar tan lejos de la costa y tan cerca del sol. Me dolía la verdad con todas sus letras y hoy... no me duele nada.

Llegaste como un mesías, abriendo mares, sembrando dudas y escribiendo reglas. Fulgurante y cauteloso, con tu nado a ras de arena, decidido a domesticarme. No hubo víctimas, tampoco traiciones y mucho menos un dejo de cariño, siempre dinero con buenas intenciones, para nuestros bolsillos vacíos.

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Eres un número irracional, fascinante, importante, pero irracional.

Aunque tu seas de todo el mundo, yo soy de ti. Aunque te encuentres lejos, yo estoy ahí.

Fiado en el instinto que me empuja desprecio los peligros que señalas. «¡El ave canta aunque la rama cruja: como que sabe lo que son sus alas!»                Erguido bajo el golpe en la porfía me siento superior a la victoria. ¡Tengo fe en mí: la adversidad podría quitarme el triunfo pero no la gloria!